Estoy en Viedma, la capital de la provincia de Río Negro.
Es una ciudad tranquila, poco turística, atravesada por el río que da nombre a la provincia. El río que marca la frontera norte de la Patagonia.
Atravesando el puente, o cruzando en barca, llega uno a Carmen de Patagones, que pertenece a la provincia de Buenos Aires. Paradójicamente, Patagones no está en la Patagonia y... Buenos Aires, no forma parte de la provincia de Buenos Aires.
Pero lo que os voy a contar no empieza aquí, sino a miles de kilómetros. En un pueblecito del que no habéis oído hablar.
Mezquíriz (o Mezkiritz como quiere la grafía vasca) está en el norte de Navarra. No tendrá más de treinta casas, diseminadas por la montaña. Y un buen frontón, eso sí. Si uno se da una vuelta larga por los alrededores, muy posiblemente acabe en Francia sin darse cuenta.
Ese es el camino que tomaron, eso sí, conscientemente, tres chicos de unos veinte años. De eso hace tiempo. Huían de la mili de la época. Tres años de servicio, muy posiblemente en el norte de África, donde España mantenía posesiones coloniales, a costa de las vidas de muchos soldados.
Matías Villanueva no quería ser uno de esos. Así que cruzó la frontera y llegó hasta Burdeos. Probablemente le habían hablado de Argentina, como de una tierra prometida. No creo que supiera nada de Viedma, la ciudad en la que le tocaría vivir el final de su vida.
Matías era el tío de mi madre. Hermano de mi abuelo, Julio el ebanista.
Recuerdo que en aquellos veranos de mi infancia, cuando, en Pamplona, le visitaba en su taller, a veces me hablaba de su hermano, y de la Argentina. Todavía hay por ahí tebeos de Asterix manchados del dulce de leche que alguien les había traído de allá.
Ahora los dos hermanos han muerto. Pero sus hijas, primas carnales que llegaron a conocerse cuando rondaban los cincuenta años, mantienen contacto permanente.
En los tiempos del espejismo, cuando un peso era igual a un dólar USA, parte de nuestra familia argentina vino a visitarnos, a visitar Mezquíriz, entre otros lugares. Entonces viajar por Europa no les resultaba caro.
Ahora (¿tal vez en otro espejismo?) el peso está 4 a 1 con el euro. Somos nosotros los que podemos permitirnos viajar allá.
Por eso ahora yo estoy en su casa. Comienza el curso en la Argentina y la librería que Beatriz fundó con su marido - hijo de leoneses de Quintanilla de Somoza - está de bote en bote. La gente tiene que tomar número, como en las pescaderías, para comprar los libros del colegio.
Por cierto, la librería se llama "Don Quijote".
P.D.: Mi cámara de fotos parece haber muerto, tendré que recurrir a fotos de Internet por ahora...